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Columna del rector de la Universidad de Córdoba Jairo Torres Oviedo para los lectores de Revista EXPECTATIVA 43 Años. …… Regresa Trump como Presidente 47 de la Unión Americana

El pasado 5 de noviembre, los estadounidenses eligieron a Donald Trump, presidente; convirtiéndose en el N° 47 de la Unión Americana. El regreso de Trump a la Casa Blanca, con respaldo masivo de la ciudadanía americana es la muestra de la crisis de la democracia liberal; a la vez, un indicador, de cómo están muriendo las democracias en una nación modelo de democracia en occidente.

La elección de Trump ejemplifica la crisis de las democracias; no solo de Estados Unidos, sino del mundo. Analicemos lo que representa el modelo Trump para las democracias; en especial, la norteamericana. En análisis anteriores, hemos hecho referencia a como están muriendo las democracias; desde la caída del Muro de Berlín y la presidencia de Barak Obama; la política exterior, estadounidense estuvo centrada en la defensa de la democracia. Claro está que, esto no fue la regla general, existieron múltiples excepciones; sobre todo, cuando los intereses norte americanos estuvieron en riesgo como en China, Rusia, Oriente próximo; en estos casos la democracia desapareció de la agenda política y diplomática, situación que contrasta con las acciones emprendidas en África, Asia, Europa del Este y Latinoamérica; en estos lugares, la línea de conducta de los gobiernos norteamericanos ha sido utilizar la presión diplomática, cooperación económica y las prácticas de política internacional para oponerse a distintas formas de autoritarismo y construcción de escenarios democráticos; en ello ha consistido la política internacional de Estados Unidos después de la Guerra Fría.

En este sentido, el período comprendido entre 1990 y 2015; el cuarto de siglo más democrático en la historia mundial; en ocasión a que las potencias occidentales respaldaron de manera generalizada la democracia; especialmente, América Latina. Este contexto cambio de forma drástica el primer gobierno Trump; Estados Unidos abandona su papel de líder, defensor de la democracia. Los ejemplos son evidentes para probar lo anterior: Un presidente que atacó y censuró la libertad de prensa, amenaza a sus adversarios que considera enemigos, donde el insulto sustituye los argumentos y razones, promueve la supremacía blanca, incentiva la discriminación racial, impulsa a sus seguidores a la violencia, niega  la ciencia y su liderazgo frente a la pandemia y el calentamiento global; desconoce los resultados electorales.

Estos tipos de comportamiento muestran un talante autoritario y antidemocrático; convertido en fuente de inspiración para autócratas y dictadores de otras partes del mundo. Argumentos que evidencian una recesión democrática, convirtiendo la democracia en una causa frágil, ocasionada por complejidades sociales internas como: el terrorismo interno, extremismos, consumismo, inmigración, discriminación racial, latentes en la sociedad norteamericana; situación que los demócratas no pudieron responder. En este orden, la victoria electoral de Trump responde a esas necesidades que totalizó en una narrativa mesiánica, redentora, nacionalista; centrada en la supremacía racial americana; este mensaje encajó perfectamente en una sociedad con miedos, frustraciones y vacíos.

Los años venideros mostrarán, si logró unir la nación, reconstruir la clase media, superar la discriminación racial frente a la migración, el aborto y el fenómeno social trans. Un desafío, que muchos consideran poco probable; teniendo en cuenta la línea de conducta de Trump. La experiencia de la democracia americana es un modelo para ver el rumbo de las democracias en las próximas décadas.

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