A través de la historia de la humanidad, la violencia siempre ha sido una constante, cruel e inhumana, lo que la hace ser, totalmente desnaturalizada en muchas de sus facetas y expresiones; particularmente, en la convivencia social y la universidad pública; esta última, no ha sido la excepción a la tradición que aún se vive. Una de las razones que permite entender la violencia en las universidades es su propia naturaleza, porque representa y refleja lo que es la sociedad; es decir, la universidad en gran medida reproduce la complejidad social en el entendido de que, en ella confluyen pensamientos, ideologías, visiones y concepciones de un mundo diverso y traumático, sin distingo de ideologías, colores políticos, concepciones religiosas o sexuales. Es todo un escenario natural de la pluralidad y diversidad. Esta pluralidad que caracteriza la universidad pública colombiana es una de sus fortalezas edificantes y creativas, que se vislumbra, cuando es vivida y expresada por medio de una acción comunicativa permanente, que permita procesos de diálogo, entendimiento y acuerdos; no con el uso de la falsedad y la violencia expresada de maneras execrables.

Si bien es cierto, Colombia, como una nación en construcción ha desconocido en su pluralidad geográfica, cultural, racial, política e ideológica, características identitarias para construir un proyecto de nación incluyente y democrática. Negación que ha conducido al caos, y a una especie de violencia perpetua originada, desde el mismo momento de la independencia, donde sus actores y protagonistas no se pusieron de acuerdo con el modelo de nación que debía instaurarse. Desde ese momento hasta hoy, no hemos podido salir de nuestros propios conflictos. Ahora bien, guardando las proporciones; la universidad pública en Colombia refleja en gran medida esas visiones del conflicto. Por ello, es necesario insistir en que, la naturaleza de la universidad es la ciencia, el saber y el conocimiento, en ella debe reafirmarse. La ciencia es el reflejo y acumulado histórico de cómo la humanidad se ha edificado, y uno de esos aspectos propositivos de la ciencia ha sido pensar y construir un mundo mejor; en tal sentido, hemos evolucionado como humanidad y hasta hablamos de “progreso”. Al decir que, la universidad es un reflejo de la sociedad, es una especie de metáfora del espejo: “cuando nos situamos frente al espejo podemos reconocernos como somos o simplemente engañarnos”. Esa es la universidad en su esencia, permitirnos ser más conscientes y racionales de nuestras limitaciones y realidades; pero siempre, mejorarlas y ser mejores como seres humanos y sociedad. Por consiguiente, la universidad no puede seguir reproduciendo la violencia en ninguna de sus formas de expresión. Persistir en ello, es un reflejo no solo de la barbarie e irracionalidad sino una ofensa a la inteligencia y sensatez del ser humano. Es desde el uso y ejercicio de la racionalidad comunicativa y dialógica desde donde la inteligencia debe expresarse.

Reafirmamos el llamado permanente y reiterativo al diálogo, ha convertir nuestros campus universitarios en ágoras públicas donde se delibere con argumentos, no solo sobre aspectos institucionales; sino sobre el proyecto de nación que nos debe convocar. Reitero, la violencia es la negación no solo de la racionalidad e inteligencia humana, sino de la esencia misma de la universidad.

 

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