Por Erasmo Zuleta Bechara*
Esta semana, en la que se cumplieron 20 años de la instalación la mesa de diálogo entre el Gobierno Nacional y las antiguas AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), el Presidente de la República hizo un llamado para comenzar nuevos diálogos de paz. El llamado fue contestado positivamente por el grupo armado organizado de mayor presencia en Córdoba, el Ejército Gaitanista de Colombia (EGC).
Así pues, la posible apertura de un nuevo proceso de diálogo nos obliga a preguntarnos: ¿Qué hemos aprendido de los procesos anteriores para que este sea diferente? En Tierralta, en el corregimiento de Santa Fe de Ralito, nuestro departamento albergó a decenas de personas del gobierno nacional y de diferentes bloques de las autodefensas.
Actores que acordaron la paz. Luego, algunos regresaron a sus oficinas en Bogotá, otros fueron a prisión y la gran mayoría comenzó un proceso de reintegración a la vida civil.
Pero ¿qué pasó con la comunidad? ¿Qué pasó con las víctimas? ¿Qué pasó con el territorio y su desarrollo?
Para hablar de estos resultados, se suele recurrir a cifras: número de personas que terminaron con éxito su proceso de reintegración, hectáreas sustituidas, víctimas reparadas y predios restituidos, entre otras cosas. Sin duda, cifras muy importantes. Necesarias, pero insuficientes, porque solo revelan la mitad de la tarea dentro de un proceso de paz. La otra mitad es generar las condiciones para que la guerra no azote de nuevo la región. Al fin y al cabo, el propósito central de la justicia transicional es la garantía de no repetición.
Luego de 20 años de aquel proceso de paz, se podrán identificar muchos logros; sin embargo, es claro que también deja muchos pendientes. Basta con ir al corregimiento de Santa Fe de Ralito para darse cuenta de que la situación no ha cambiado mucho. La comunidad sigue bajo la presión de un grupo armado, las economías ilegales están articuladas con las principales fuentes de ingreso de la comunidad, hay poca presencia institucional y pocas oportunidades para la juventud. Pobreza, desconfianza y temor.
Entonces, ¿para qué sustituir unas hectáreas de cultivo de coca si por otra parte se siembran más de las que se sustituyen? ¿Para qué destruir armas si por otra parte ingresan y se distribuyen nuevas con más poder y alcance? Lo he dicho desde el día que me posesioné: la paz no se alcanza sustituyendo un cultivo sino transformando un ecosistema social y económico. La paz es oportunidades. Nada de esto se ha logrado con los diferentes procesos realizados en Córdoba.
Los aprendizajes de los procesos que se han firmado o implementado en el Departamento nos obligan a pensar en nuevas formas de buscar la paz. Por supuesto, esta se debe construir a partir del diálogo y no de más violencia. Pero se debe tener en cuenta que: 1. La paz en Córdoba debe discutirse con los cordobeses. No puede volver a ser un asunto exclusivo del GAO con el gobierno nacional. Una cosa es discutir la desmovilización y el desarme y otra muy diferente es discutir la paz; 2. la institucionalidad para implementar la paz debe ser local, hasta ahora la gestión de una “paz territorial” que se ha hecho a través de entidades nacionales y centralizadas, no ha sido ni eficiente ni efectiva; y 3. La comunidad debe pasar de “participar” en los procesos de paz a ser el actor central con el que se dialoga.
Es por esto que nuestro Laboratorio de Paz ya comenzó. Vamos a construir la paz con la gente y a acercar las oportunidades y la institucionalidad a las regiones. Firmamos un acuerdo de entendimiento con la JEP para apoyar en los procesos de justicia en nuestro departamento y promover proyectos restaurativos. Que las víctimas conozcan cómo van los casos y que se pueda también intervenir el territorio para que no haya nuevas víctimas. Buscamos apoyo de la cooperación internacional para promover diálogos en regiones afectadas por la violencia y aprobamos los recursos para implementar las acciones de paz que propusimos en nuestro Plan de Desarrollo.
Tras varios procesos de paz en el departamento es claro que no podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes.
Córdoba debe insistir en la paz, pero una paz que se “negocia” con la gente y que se construye desde el territorio. Este proceso ya comenzó y no tiene reversa.
Gobernador de Córdoba