Asistimos y presenciamos en la cultura política occidental, un creciente deterioro de las democracias; resultado de los extremismos ideológicos, radicalismos políticos, negacionistas, polarización, sectarismos y mutua satanización de un lado y otro del espectro político; situación que está conduciendo a una estrepitosa caída de las democracias actuales, lo que conlleva a la necesidad de repensarlas y revitalizarlas como verdadera forma de gobierno. Podemos observar en el escenario político, las patologías sociales que evidencian, cómo fallecen las democracias. Oportuno citar el libro: «Cómo mueren las democracias» editado por la Editorial Ariel y escrito por Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores de Harvard; quienes analizan las democracias, construyendo la tesis sobre las razones que inciden en la muerte de estas, dado la pertinencia y actualidad histórica del tema, para comprender las dinámicas democráticas en Occidente. Lo que permite decir, que la democracia es frágil y vulnerable; especialmente en América Latina, donde a partir de los 90 iniciamos la transición a la democracia.
Desde esta perspectiva, el bienestar de un sistema democrático está determinado por: 1. Una constitución que exista realmente. 2. Convicciones sobre la libertad e igualdad. 3. Una robusta clase media. 4. Elevados niveles de riqueza y educación. 5. Amplio y diversificado sector privado. 6. Organizada y fuerte sociedad civil. 7. Partidos políticos organizados con agenda de nación. Cuando estas condiciones están débiles o inexistentes, la democracia se vuelve vulnerable y fallece, desvirtuando la idea de que la democracia solo muere en manos de hombres armados. Por ejemplo, en la Guerra Fría, golpes de Estado provocaron el colapso de tres de cada cuatro democracias; entre ellas, la democracia de Argentina, Brasil, República Dominicana, Grecia, Guatemala, Nigeria, Pakistán, Perú, Tailandia y Uruguay perecieron de este modo. En todos estos casos, la democracia se disolvió mediante la coacción y poder militar; sin embargo, existen otras maneras de hacer quebrar una democracia, un modo menos dramático, pero destructivo; no a manos de generales, sino líderes electos democráticamente que subvierten el proceso que los condujo al poder; esta es la forma como están muriendo las democracias.
Por otro lado, las dictaduras flagrantes en forma de fascismo, comunismo y gobierno militar prácticamente han desaparecido. En esta dirección, cuando finalizó la Guerra Fría, la mayoría de las quiebras democráticas las provocaron los mismos gobiernos electos. Dirigentes elegidos por la población han subvertido las instituciones democráticas. Estamos acostumbrados a creer que las democracias mueren por medio de golpes de Estado clásicos, donde el palacio presidencial es incendiado, el presidente asesinado, encarcelado o exiliado y, la Constitución suspendida o descartada. En cambio, por la vía electoral no ocurre nada de esto; sin tanques de guerra en las calles, la constitución y otras instituciones nominalmente democráticas continúan vigente y la población sigue votando. Los autócratas electos mantienen una apariencia de democracia, a la que van decantando hasta despojarla de contenido.
Lo anterior, tiene como contexto las mismas instituciones democráticas, partidos políticos, élites políticas y económicas. Esta es la paradoja trágica del ejercicio electoral utilizado por los autócratas como estrategia gradual, sutil e incluso legal para liquidarla. Por este camino transitan las democracias occidentales actualmente; una nueva forma de liquidarlas y negarlas. Pero, también tenemos el conocimiento y la forma de evitar su extinción.