La sociedad colombiana tiene una larga tradición de violencia soportada en la existencia de un conflicto social, político, económico y cultural, que ha tenido expresiones armadas; esta tradición de violencia ha legitimado el uso de la fuerza para resolver las diferencias sociales y políticas. En el actual debate político-electoral por alcanzar la presidencia de Colombia, la polarización de amplios sectores de la opinión pública defiende posiciones de lado y lado; muchas de ellas, de manera dogmática y radical; de ahí que se niegan a escuchar o reconocer la otra. Escenario desplegado en gran medida a través de las redes sociales que operan sin control alguno, y, mucho menos el respeto por los otros. En esta confrontación, los medios de comunicación también toman posición, olvidándose muchas veces de su función social y educadora. Se trata de una batalla de información y desinformación cargada de intereses de toda naturaleza, odios y militancias políticas; no obstante, la ciudadanía que expectante observa desde sus subjetividades, posición social y nivel académico; también tomará posición en este proceso.
Cabe señalar, que en este contexto estamos frente a un acto democrático. Pero ¿esta será la mejor forma de construir democracia en Colombia? Alejada totalmente de una cultura política que debe centrarse en el respeto y el reconocimiento de la diversidad de pensamiento y visiones del mundo. Por ello, en estos días se ha generado un debate alrededor del perdón social; tema que amerita la atención y un ejercicio académico y pedagógico para su comprensión por parte de los medios de comunicación y sectores de opinión. Lo anterior suena a idealismo; porque, cuando la polarización política del país invita a la mutua satanización de las partes en disputa, sin espacio a la reflexión racional, la argumentación y el entendimiento, el debate público carece de propuestas y programas; está centrado en la destrucción del contradictor sacando provecho a las acciones y comportamiento de los rivales que no encajen en el sentimiento y tradición de un sector de la sociedad colombiana.
En este terreno descrito hemos construido parte de nuestra premoderna cultura política y democrática; alimentada por odios, sectarismos, exclusiones y violencia de todo tipo. No olvidemos, que esta es una de las formas de matar la democracia e impedir el ejercicio de las libertades. Las democracias no pueden funcionar ni construirse solo de miedos; estas requieren del ejercicio de las libertades, tanto positivas como negativas; es decir, libertades individuales y colectivas que hagan posible un ejercicio libre de la ciudadanía; sin miedo ni coacciones, que es la forma moderna de concebir y construir un sistema democrático. Además, necesitamos, del debate público sobre temas y problemas que puedan defenderse con argumentos. Requerimos, como diría
La sociedad colombiana tiene una larga tradición de violencia soportada en la existencia de un conflicto social, político, económico y cultural, que ha tenido expresiones armadas; esta tradición de violencia ha legitimado el uso de la fuerza para resolver las diferencias sociales y políticas. En el actual debate político-electoral por alcanzar la presidencia de Colombia, la polarización de amplios sectores de la opinión pública defiende posiciones de lado y lado; muchas de ellas, de manera dogmática y radical; de ahí que se niegan a escuchar o reconocer la otra. Escenario desplegado en gran medida a través de las redes sociales que operan sin control alguno, y, mucho menos el respeto por los otros. En esta confrontación, los medios de comunicación también toman posición, olvidándose muchas veces de su función social y educadora. Se trata de una batalla de información y desinformación cargada de intereses de toda naturaleza, odios y militancias políticas; no obstante, la ciudadanía que expectante observa desde sus subjetividades, posición social y nivel académico; también tomará posición en este proceso.
Cabe señalar, que en este contexto estamos frente a un acto democrático. Pero ¿esta será la mejor forma de construir democracia en Colombia? Alejada totalmente de una cultura política que debe centrarse en el respeto y el reconocimiento de la diversidad de pensamiento y visiones del mundo. Por ello, en estos días se ha generado un debate alrededor del perdón social; tema que amerita la atención y un ejercicio académico y pedagógico para su comprensión por parte de los medios de comunicación y sectores de opinión. Lo anterior suena a idealismo; porque, cuando la polarización política del país invita a la mutua satanización de las partes en disputa, sin espacio a la reflexión racional, la argumentación y el entendimiento, el debate público carece de propuestas y programas; está centrado en la destrucción del contradictor sacando provecho a las acciones y comportamiento de los rivales que no encajen en el sentimiento y tradición de un sector de la sociedad colombiana.
En este terreno descrito hemos construido parte de nuestra premoderna cultura política y democrática; alimentada por odios, sectarismos, exclusiones y violencia de todo tipo. No olvidemos, que esta es una de las formas de matar la democracia e impedir el ejercicio de las libertades. Las democracias no pueden funcionar ni construirse solo de miedos; estas requieren del ejercicio de las libertades, tanto positivas como negativas; es decir, libertades individuales y colectivas que hagan posible un ejercicio libre de la ciudadanía; sin miedo ni coacciones, que es la forma moderna de concebir y construir un sistema democrático. Además, necesitamos, del debate público sobre temas y problemas que puedan defenderse con argumentos. Requerimos, como diría Habermas, una democracia centrada en el diálogo, en un discurso racional que permita construir procesos de entendimiento y acuerdos sobre lo que necesita Colombia para superar sus problemas estructurales. “Donde la única violencia permitida sea la del mejor argumento”, una democracia centrada en el diálogo, en un discurso racional que permita construir procesos de entendimiento y acuerdos sobre lo que necesita Colombia para superar sus problemas estructurales. “Donde la única violencia permitida sea la del mejor argumento”